sábado, 4 de agosto de 2012

Capitulo Uno


Daana Klein deslizó las yemas de los dedos a través del musculoso pecho ante ella. El calor zumbó a través del brazo, un calor más intoxicante y más embriagador que el champán caro y los besos a la luz de la luna. Sus labios separados suspiraron ante las imágenes de sábanas de seda, cuerpos entrelazados y caricias lentas y deliciosas que llenaron su mente. ¿Cómo podía este hombre afectarla tan poderosamente, casi mágicamente?. ¿Cómo podía él afectarle en absoluto, cuando nunca le había dicho ni una palabra?. Su cara era la belleza personificada, sí, pero no era suficiente como para encantarla sólo con eso, para dejarla débil e inestable siempre que le echaba un vistazo. Tenía que haber algo más en él, algo elemental. Algo más allá de la belleza física que atraía cada deseo femenino. En este momento, sin embargo, no podía pensar con su cuerpo delante, y despacio, muy despacio su mirada fija se movió sobre él. Él era duro granito, su abdomen surcado con tendones, sus hombros amplios y firmes. Todo en él era grande, esculpido en una peligrosa y sensual aura. Pertenecía a la materia prima de los bosques, con ramas desnudas rodeándole. Aún estando de pie y cubierto de azaleas amarillas y rojas, de algún modo era la esencia absoluta de la masculinidad.
- Mmm — suspiró ella, sus párpados revolotearon y se cerraron. Dejando caer la mano a su lado — Si sólo fueras de verdad.

Pero él no lo era. Estaba completamente formado por lisa y gris piedra, una hermosa estatua, nada más. Era una de las ironías de destino, supuso, que el primer hombre que alguna vez realmente la cautivaba perteneciera más a un museo que a su cama. De todos modos, ¿por qué se sorprendida de su encaprichamiento por un hombre hermoso, silencioso e irreal?. Habiendo crecido con cinco hermanos mayores, sabía lo realmente molestos que podían llegar a ser los hombres. Ellos eructaban y peleaban en público, hacían chistes y bromas despectivas, y de vez en cuando, utilizaban su encanto con las mujeres antes de perder interés y seguir adelante a por otra conquista. Su guerrero de piedra no podía ofenderla. Él no podía escoger a alguien más aunque pensara que era poco atractiva o demasiado alta, porque estaba permanentemente sujeto a la base coloreada de mármol de la galería de su jardín. Una base de mármol en la que ella estaba ahora de pie. Otro suspiro escapó de los labios de Daana, y luchó con el impulso profundo, primitivo de tocarle otra vez. De sostenerle y descubrir algún tipo de conformidad o aceptación que ella nunca había conseguido del desfile de hombres con los que se había citado. Esto es una locura. Debería alejarme.

Pero no lo hizo. La fresca brisa agitó los mechones de la apretada cola de caballo pero hizo poco para refrescar su fervor, y con cada segundo que pasaba mirando fijamente a su guerrero de piedra se deshacía la fina tela de sus reservas. Finalmente, Daana cedió ante su ansia. Ella arrastró los dedos a través de su mandíbula, abarcando la textura ligeramente rugosa que le recordó a la de un hombre justo antes de su afeitado matutino. Subió al contorno curvo de sus orejas y se imaginó qué era de carne y hueso, que acudía a ella con deseo. Un calor ardiente atravesó su sistema nervioso. Por voluntad propia, los dedos vagaron más abajo, acariciando su cuello. Sus hombros. Su pecho. Hasta rodeo sus pequeños y fruncidos pezones. Un gemido suave de placer llegó a sus oídos, un timbre bajo, áspero y masculino. Daana se echó hacia atrás con sorpresa. Al momento se relajó, hasta experimentó una punzada de decepción cuando comprendió que su imaginación simplemente se desmadraba... Otra vez. ¿Acaso no sentía a veces su aliento sobre la cara cuándo se acercaba?. El oír un gemido no era más fantástico que eso. La grava crujió cuando un coche serpenteó a lo largo del camino de entrada. Daana miró alrededor y vio con los ojos muy abiertos como un sedán negro paraba justo delante de su destartalada mansión victoriana. Los zarcillos de la mortificación recorrieron su espalda, calentando sus mejillas. Había estado tan perdida en su escrutinio del guerrero de piedra, que había olvidado que estaba a la luz del sol del mediodía y a la vista de ojos curiosos. ¿Exactamente qué había visto éste intruso?. Bajó de la tarima. En el momento en que los pies tocaron la suave hierba, contó hasta diez, usando ese tiempo para tranquilizar a su desbocado corazón. Debería haberse resistido al encanto de la estatua; en cambio había actuado como una adolescente que besa el cartel de su estrella de rock favorita. Bien, no más, pensó, con rígida determinación. No habrá más toqueteos a la estatua. De hecho, no la miraré más, y simplemente decidió no pensar más en ello. Ella vio como un hombre guapo y familiar surgía del sedán
Como nunca eludía los conflictos, maniobró alrededor de los arbustos y los tiestos de flores que había en “el jardín de placer” llamado así por el dueño anterior porque el recinto entero estaba cubierto de desnudas esculturas, similares al guerrero del cual ella no iba a pensar otra vez y se dirigió al camino de entrada.

- Maldita sea, Gray. ¿Qué haces aquí?
Su visitante sonrió abiertamente, en absoluto molesto por su brusco tono. Encima de ellos, el sol brillaba plácidamente, y sus poderosos rayos iluminaban su alta figura y amplios hombros con un halo dorado.
- Me debes un cuarto de dólar, hermanita.
Frunciendo el ceño, Daana metió la mano en su bolsillo, sacó un cuarto de dólar y se lo arrojó.
- Sólo maldije porque me sorprendiste, idio... — Por suerte, se paró a tiempo — Me asustaste, vale. Por Dios, podrías llamar antes de venir.
- Te llamé. No contestaste. Se suponía que estarías en casa.
- Así que empezaste a preocuparte — Dijo. Por alguna razón, todos sus hermanos todavía pensaban en ella como una flor delicada que necesitaba protección las veinticuatro horas y los siete días de la semana. Aunque ya era mayor y tenía una buena condición física. Aunque había asistido a numerosas clases de autodefensa.
Gray se encogió, avergonzado.
- Sí. Comencé a preocuparme.
- ¿Consideraste que podría haber salido? — Ella le dirigió una sonrisa exasperada pero cariñosa—. No contestes a eso. Solamente dime lo que necesitas.
- Quise ver tu nueva adquisición. A propósito, desde aquí fuera esto se parece a un vertedero — añadió afablemente, señalando a la casa con su barbilla—. ¿Por qué no estás pintando o poniendo azulejos o haciendo algo para arreglar este lugar? ¿Ese es tu trabajo, no?
En aquel momento, los músculos tensos de Daana se relajaron. Gray no la había visto con el guerrero de piedra. De otra manera habría estado gastando bromas a su costa en vez de preguntarle por sus actividades.
- Trabajé en el cuarto de baño de arriba durante toda la mañana y necesitaba aire fresco.
Él dirigió otro vistazo a la mansión.
- ¿Aire fresco? No lo creo. ¿Mi conjetura? Temiste que las paredes estuvieran a punto de derrumbarse y escapaste mientras podías.
- ¡Ja! ¡Ja!
- Cariño, espero que supieras lo que hacías cuando firmaste la escritura.
- He estado comprando, arreglando y vendiendo casas durante cuatro años. Dame algún crédito. — Podía haber escogido una carrera insólita para una mujer, pero le gustaba lo que hacía. Es más, poseía un instinto para los bienes inmuebles, sabía cuándo y qué comprar, sabia cuando vender, y casi siempre obtenía ganancias.
Siendo un escéptico declarado, Gray permaneció poco convencido.
- Por favor dime que negociaste por un buen precio. Con sinceridad, dudo que alguien alguna vez quiera esto.
- Estoy dispuesta a apostar a que vendo esta casa por más dinero del que tú ganes en un año entero.
- Acepto la apuesta — Mientras le sonreía, se acarició la mandíbula — Según mis cálculos, sólo tienes que conseguir cinco mil dólares entre gastos de restauración y el precio de compra.
Alex no vaciló.
- Hecho.
- Si ganas tú, llevaré un vestido en el siguiente almuerzo familiar. Si gano yo, tendrás que cenar con Steven Harri. Él es un detective nuevo de mi unidad — antes de que ella pudiera protestar, Gray añadió rápidamente — Te gustará.
Ella gimió. Su hermano tenía buenas intenciones, realmente las tenia, pero no saldría con más amigos suyos. El último poli que salió con ella se había pasado la noche entera hablando cada minuto del modo en que una bala había perforado una vez su cavidad pectoral. Todos los fascinantes detalles fueron relatados mientras ella trataba de comer un plato de espagueti con tomate.
- He cambiado de idea — dijo sucintamente — La apuesta está anulada. Yo preferiría ser estacada a un hormiguero llevando solo un bikini minúsculo, que pasar por otra cita a ciegas.
Su hermano ni se inmutó

Espero que les guste la fic!!!

Prólogo


Un príncipe alienígena maldito en una piedra… una mujer moderna, un beso impulsivo… una pasión que nadie podría resistir…
Tom en Seirr, un poderoso príncipe del planeta Blerr, ubicado en  la galaxia AFA  es maldecido por su hermano a pasar la eternidad como una estatua de mármol, capaz de ver, oír y sentir todo lo que le rodea, siendo incapaz de responder. Su única oportunidad para conseguir la libertad, es un hechizo que lo catapulta a la Tierra. Dónde pasa mil años esperando el beso de una mujer.